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1er Congreso de la Historia de la Fotografía del noreste argentino

by Redaccion Cruel en el Cartel
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Durante generaciones de argentinos nos enseñaron tanto en el espacio áulico escolar, como en el ámbito de las universidades, que “nosotros” en América Latina somos el único país blanco. Descendientes de los inmigrantes que llegaron en los barcos. Una Nación de tradición europea, sin negros ni indios. Es cierto que muchos tenemos abuelos o bisabuelos italianos, españoles, alemanes, sirio-libaneses, judíos, británicos, polacos, rusos, etc., pero también es cierto que hay otra argentina profunda. Desconocida, con matices lingüísticos, étnicos y culturales que nos referencian con la América mestiza e indígena.

Inmigrantes europeos arribados al  puerto de Buenos Aires
Fuente: AGN                                                                           

Esta concepción centralista, prejuiciosa y discriminatoria – que intenta unificar y al mismo tiempo uniformar la cultura argentina, se explica entre otras razones; por la maza migratoria europea que llegó a nuestro país entre mediados del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. El censo del año 1914, por ejemplo, indica que en la ciudad de Buenos Aires el 60% de su población era extranjera o de hijos de extranjeros.

Otro factor a considerar, es el tramado ideológico construido por la denominada generación del 37, replicado por la generación del 80 y por los distintos gobiernos nacionales hasta bien entrado el siglo XX. El modelo de una República blanca, de la metrópolis se extendió e internalizó en el imaginario colectivo de las elites políticas y económicas en las sociedades provinciales, aunque su realidad social, étnica y cultural fuera otra. 

El relato historiográfico liberal y la literatura tradicional –salvo honrosas excepciones- han favorecido el ocultamiento de otros rasgos filiatorios de nuestro ser nacional. Un dato estadístico:

El primer censo, realizado en 1778 por el virrey Vértiz registró en el virreinato del Rio de La Plata una población total de 380 mil habitantes, de los cuales un alto porcentaje era de población negra. En Buenos Aires el 24% y en la ciudad de Salta el 44%.  De esto poco se sabe y difunde, salvo algunas láminas escolares acríticas.

Resulta ilustrativo un suelto del censo del año 1865, referido a las clases socio-culturales de Salta.

No es casual que hayamos seleccionado a dos de pro-hombres de la cultura oficial Argentina, como Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi que dejaron su impronta tanto en el modelo de educación como en el diseño de nuestra constitución nacional, respectivamente.

Sin embargo, es interesante señalar la mirada que tenían sobre los pueblos originarios.

Sarmiento escribe en el diario El Progreso, de Santiago de Chile, en una editorial del 28 de septiembre de 1844.

¿Lograremos exterminar a los indios”? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar” …. Su exterminio es providencial, útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.

Por su parte Juan Bautista Alberdi, el autor de Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, argumenta en su obra: En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que esta. Primero el indígena, es decir el salvaje. Segundo, el europeo, es decir nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos el español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillan”.

En otras palabras, apelando a los mecanismos pedagógicos de la desmemoria y a la cimentación de un supuesto país, se construyó un relato hegemónico donde los pueblos originarios y los afroamericanos fueron invisibilizados durante décadas por un Estado-nación negador de la diversidad cultural.

La fotografía va a reforzar esta concepción de identidad cultural de los argentinos. La negritud se plasmará en escazas imágenes donde los retratados ocupan los roles más bajos de la sociedad:  sirvientes, vendedores ambulantes y soldados de la guerra de la triple Alianza.

Niño y nodriza, 1890.
Fuente: AGN “Colección Witcomb” (1865-1920)

La tapa de la revista infantil “Billiken”, nos muestra una niña tratándose de blanquearse con harina. Algo de eso hemos hecho los argentinos con la cultura, la historia y nuestra identidad.

Billiken, fue creada por el periodista Constancio C. Vigil y su primer número apareció el 17 de noviembre de 1919, editado por la Editorial Atlántida.

La fotografía indígena por su parte acomodará la lente según la visión de las clases dominantes:  de salvajes a indios mansos, de infieles a indios cristianos, de incapaces y vagos a pueblos aborígenes, de culturas primitivas a pueblos originarios. La imagen no estuvo ajena al discurso euro-centrista y colonialista. Apreciada por su “objetividad”, la fotografía se la utilizó con fines documentales, propagandísticos y comerciales desde la política, la religión, las investigaciones científicas y los estudios fotográficos.

Para los gobiernos de Argentina y Chile, la imagen de caciques y lenguaraces con banderas y uniformes patrios, juntos a funcionarios públicos y emplazamientos militares sirvió para reafirmar la presencia del Estado y la soberanía en los territorios del lejano sur.

La edición de libros, como la producción de postales por parte de la Iglesia, tuvo como fin publicitar la misión evangelizadora de los religiosos.  Numerosas son las postales producidas en los talleres gráficos de los Salesianos en Turín, Italia, con epígrafes tales como: “india tehuelche hecha (fatta) cristiana”. “Jóvenes fueguinos, de la misión salesiana ya civilizados”.

Kóokúchum (Ana Carminatti) Circa 1900
Fotógrafo: Cándido Veiga
 Fuente: Archivo Central Salesianos de Bs.As

En los museos, gracias a los viajes de exploradores y las expediciones científicas fue posible la formación de las primeras colecciones fotográficas antropométricas y de álbum etnográficos.

Tanto en las salas públicas, como en las colecciones privadas, el intercambio y venta de restos fósiles humanos, como de registros fotográficos busco privilegiar una memoria acrítica, basada en el acopio, la conservación y la exhibición.

La antropología de la época estableció un decálogo fotográfico para registrar al indio. “Debía estar preferentemente desnudo”. Frente y perfil con fondo blanco o neutro a fin que el observador repare solo en los rasgos físicos.

Pikshose 1879 Berlín, Alemania.
 Fuente: “Patagonier, ethnologie”. Organ der Berliner Gesellschaft.
 

La fotografía “erudita” excluyó en la mayoría de las imágenes la identidad individual y familiar de los retratados. Despersonalizar al indígena del imaginario cultural colectivo nacional fue una premisa del dogmatismo positivista.

Finalmente, desde los estudios y las casas editoras; la reproducción de postales indígenas con fines puramente comerciales. Entre los años 1902 y 1914, comienzo de la primera guerra mundial, se produce el apogeo de la postal como medio de comunicación.

La temática de las postales en el consumo del público fue de lo más diversa.   El motivo de “Las razas primitivas”, ante la divulgación de los “descubrimientos” antropológicos y etnográficos se constituyó en un tópico de interés elitista para los primeros coleccionistas de postales.  Los pueblos originarios de la Patagonia serán incorporados al circuito nacional e internacional, que integran “reproducciones de la naturaleza” con   animales exóticos, paisajes agrestes y tribus salvajes.

 El investigador Oscar Massota, comenta que al aproximarnos al centenario de la República se produce un gran interés por la imagen de los pueblos originarios en las postales. En este proceso de fotografiar al indio hay un atractivo en los consumidores por la erotización del cuerpo de la mujer indígena. De ahí que su decálogo de como tomar una fotografía se priorice desnudar a la mujer y en el hombre agregar instrumentos de caza o guerra. (arcos, lanzas, flechas, etc.). 

Mujeres Selk´nam, con dibujo totémicos. Tierra del Fuego

La mirada del fotógrafo, como la del antropólogo, nunca ha sido inocente, siempre respondió a una estética y a una ideología.

Sin embargo la fotografía desempeña una doble función: permite ocultar (invisibilizar)  y también descubrir (visibilizar). Resulta que la lente capta más de lo que vio el fotógrafo. En el documento fotográfico (a pesar de ser otra la intencionalidad del pensamiento dominante), parte de la realidad histórica se filtra y expone.

Salta, como todo el noreste argentino albergó y alberga aun en sus entrañas a una diversidad de pueblos originarios, seguramente la relectura de la fotografía antigua nos ayudara a comprender, respetar e interactuar con el pasado y el presente de los pueblos preexistentes que reconoce nuestra constitución nacional.

Salta, familia a la espera del tren.

La historia que voy a contar sucedió en la Patagonia, pero bien podría haber ocurrido aquí. Verán ustedes que, aunque otros son las circunstancias históricas, geográficas y culturales y otros los nombres de los personajes que suben a la escena, la trama de la obra se repite como una tragedia en los pueblos originarios de Latinoamérica.

Osvaldo L. Mondelo.

Periodista Diplomado e investigador histórico fotográfico

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