Hubo un tiempo, mientras vivía Julio, que todos los días eran “día de la poesía fueguina”. Él la llevaba puesta, era su vestimenta y su órganos y huesos y líquidos en circulación. Encuentros, festivales, boliches, asados, programas académicos, peñas, conferencias, ferias nacionales e internacionales del libro (si estaba Julio, si hablaba Julio, si bebía Julio) eran “poesía fueguina”. Julio Leite patagonizó la poesía de la isla (y si contamos a Chile, la internacionalizó) Aunque el sur de Chile es patagonia también, ah?.
Chubut dio buenos poetas (Raúl Mansilla, Jorge Spíndola y otres) pero la poesía de El Mochi, bramada (a veces), aguardentosa casi siempre era letra con voz, con vozarrón. Podría decir que una vez vi a dos toros poetas bramando posía, en Neuquén: Edgar Morisoli y Julio Leite.
A mediados del mes de Julio la Legislatura de Tierra del Fuego comunicó que había dispuesto que el día de nacimiento de Julio Leite, 1º de septiembre, sea de allí en adelante, “Dia de la poesía fueguina”. Que, además, se realizaría todos los años, una semana dedicada a la poesía.
Es decir que, en pocos días, se celebrará por primera vez este amoroso aniversario. Me decía Diego Castro (El Tuni), su amigo entrañable de toda la cancha, que aprendió con Julio el valor del abrazo (ese mimo masculino que es una demostración de afecto explícita, que no se puede fingir). Esta declaración es el abrazo que le daremos, cada año, al poeta que amamos tanto pero que nos amó, también, tanto. Se entregó, nunca mejor dicho, en cuerpo y alma.
Por respeto al viento
“Nunca quise levantar un barrilete, por respeto al viento”
Un camino de poemas comienza con el hallazgo (con el descubrimiento) de la primera línea de un conjunto armónico de frases, una debajo de otra, como una pared construida al revés. Julio ya terminó su odisea personal (ahora siguen ellos, sus libros, la hoja escrita).
Siempre pensé que buscaba, entre otras cosas, la respuesta a una:
Preguntita
Y si dios
fuera una trucha
enorme y saltarina,
una Arco Iris
con un cielo al fondo
y todo el viento?
Y si mi padre Vital
me esperara
sin sangre en la boca
en la otra orilla de la vida?
Era entonces una respuesta vital sobre su padre, Vital Leite, lo que lo desvelaba.
La búsqueda lo llevó por mil poemas, por litros de ginebra, por tabaco, por distintos territorios cercanos o distantes de la Tierra del Fuego. Andar y escribir. Escribir en las hojas de un cuaderno con lápiz, lapicera (o lo que sea), en papeles sueltos, servilletas, mesas de madera, en las paredes, en el pasaporte. Escribir y decir. Pararse como intérprete en un escenario ante una sala llena y decir su poesía con voz de tragedia griega.
Julio Leite (Julio José Leite, también llamado “El Mochi”) no creía en los grandes hacendados de la palabra ni en los burócratas de la poesía. Julio se descuartizaba, se ofrecía a nosotros con partes de su verdadero cuerpo. Nos ofrecía aceite humano o se retorcía el cogote a lo gallina y se comía escupiendo las plumas y perdía (más tarde) contra él mismo al romper la horqueta de la osamenta de la gallina (o buitre).
A Repetto, Linskens y Fesquet les dedicó “Matemática de las manzanas”: en ese poema le gustaba sólo una manzana (la repartida) que tenía y tiene el dulce sabor de la revolución. Para él, eso era la vida y, si no lo era, ahí mismo comenzaba el rito del ofrecimiento: “Dividan mis ojos, mis dedos, mis neuronas / todas mis vísceras y los pocos dientes que me quedan /estaqueen mi piel sobre el techo de una fábrica”. Y terminaba el poema pidiendo que lo desguacen, a lo Condorcanqui.
El Mochi oferente es el que indica “Cómo hacer un barco”, donde empieza por arrancarse las costillas y el esternón para construir las cuadernas. En “Cómo hacer un sueño” sugiere jugar a la payana con los propios ojos y en “Cómo hacer un pan” pide: “Muela los huesos hasta lograr una buena harina /use la levadura de su rabia/amase sobre madera de amigos”
Antes de irse había dejado escrito dónde quería morir. No pedía regiones míticas del planeta, ni museos, ni extensas haciendas ni burocracia de bibliotecas.
Quería morir, por ejemplo, en la casa del Tuni, de Nelson o la Muti.
Quizá nunca pensó, no le hacía falta, que habría un día en que el día de su nacimiento, se celebraría la poesía la isla.