Murió Miguel Etchecolatz, quien acumulaba nueve condenas a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad y aún debía ser juzgado por hechos que involucran a 500 víctimas. Fue uno de los más sangrientos asesinos de los años del terrorismo de estado cuando ocupó el cargo de director de Investigaciones de la Policía Bonaerense.
Miguel Osvaldo Etchecolatz, símbolo del terror durante los años del proceso militar, falleció hoy a los 93 años mientras estaba internado en una clínica bajo custodia policial y cumpliendo condena efectiva por sentencias de prisión perpetua.
La información la dio a conocer Guadalupe Godoy, una de las abogadas en la querella contra el represor en la causa por la desaparición de Jorge Julio López, a través de su cuenta de twitter: “Falleció Etchecolatz. En cárcel común y sin decir adónde están”.
Fue Rubén López, hijo del albañil desparecido por segunda vez en 2006, quien desde su cuenta de Instagram lamentó el deceso porque “no dijo dónde están los desaparecidos, no dijo dónde está Clara Anahí, se fue sin aceptar su culpa, se fue sin terminar de ser Juzgado por otras causas”.
El exdirector de la Policía bonaerense había recibido nueve condenas a prisión perpetua en diversos juicios por crímenes en la dictadura, la última de las cuales fue dictada en mayo pasado, cuando fue hallado por un tribunal oral responsable de asesinatos, secuestros y torturas en el centro clandestino de detención de Pozo Arana.
Entre los secuestrados en este centro estuvo Jorge Julio López, quien sobrevivió a su cautiverio durante la dictadura y desapareció luego de declarar en un juicio contra Etchecolatz por una causa en la que el represor fue condenado a reclusión perpetua. Como es sabido, López continúa desaparecido, un hecho que su familia y los organismos de derechos humanos atribuyen a Etchecolatz.
En el año 2014, mientras un tribunal oral leía la sentencia en contra del represor y otros exmilitares por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino La Cacha, Etchecolatz tenía en sus manos un papel donde se leía el nombre de Jorge Julio López, una imagen captada por los fotógrafos presentes que entonces causó una gran conmoción.
Durante los años de plomo de la dictadura militar, Etchecolatz se desempeñó como director de Investigaciones de la Policía Bonaerense con el grado de comisario general, erigiéndose en la mano derecha del general Ramón Camps, gobernador bonaerense de facto.
Desde ese cargo tuvo bajo su órbita 21 campos clandestinos de detención que funcionaron en la provincia de Buenos Aires, donde ordenó la tortura y muerte de miles de hombres y mujeres que pasaron por esos verdaderos centros de terror. Entre otros hechos, fue responsable de la desaparición de estudiantes secundarios de La Plata, hecho que se conoció como La Noche de los Lápices.
En el año 2016 Mariana Dopazo, hija del represor, fue autorizada por la Justicia a quitarse el apellido de su padre. «Crear una vida propia, a las sombras de mi progenitor, uno de los genocidas más siniestros de nuestra historia, fue muy difícil. Siempre rodeados de armas, acompañados de custodia policial y metidos en una burbuja. Mi vieja hacía lo que podía, amenazada frecuentemente por él: ‘Si te vas, te pego un tiro a vos y a los chicos’. De hecho, mi recuerdo más crudo de la infancia da cuenta del sufrimiento permanente: cada vez que él volvía de la Jefatura de Policía de La Plata, nos encerrábamos a rezar en el armario con mi hermano Juan, para pedir que se muriera en el viaje. Sí, eso sentíamos, todos los días de nuestras vidas”, escribió hace un tiempo.