Entre los últimos meses de 2021 y el primer semestre del 2022, vieron la luz tres obras de autores santacruceños de distintas generaciones, pero que aportan elementos valiosos a nuestra literatura santacruceña. Los libros son: “Los álamos cantan en el viento” (antología 2006 – 2021) de Jorge Curinao, publicado por Espacio Hudson; el otro: “La tramoya del Tiempo y de la muerte” (cuentos y textos) de Héctor Raúl “Gato” Ossés, editado por Remitente Patagonia; y el de reciente aparición: “Infinitos” de Eduardo Guajardo.
Entrar al mundo
por la puerta más pequeña:
cuestión de todas las noches.
(Nacimiento – Jorge Curinao)
Este breve poema tal vez sea la descripción mas aplicable para referirse a estos tres autores y sus obras. Entrar humildemente por la puerta más pequeña al mundo de una literatura que nos contenga e identifique como habitantes de este espacio que habitamos.
Para hablar
del viento
habrá
que convencer
a los álamos
de su existencia.
(Sur – Jorge Curinao)
Y apelo nuevamente a Curinao, para describir la situación de nuestra cultura, es necesario convencer a los álamos de que existen, que aquí hay espacio, viento, historias, poesías, pero es necesario universalizarlas y eso es lo que precisamente encontramos en estos autores en sus obras. Porque la cuestión no es solo invocar al viento, la nieve y el frio, para decir hacemos literatura santacruceña, lo que se debería hacer – y aquí se demuestra con estos autores – que eso se logra con calidad, trabajo letra por letra, y expresando los mejores sentimientos. Sin caer en lugares comunes.
Si la inmensidad de nuestro territorio nos da la sensación de insignificancia, el silencio nos hace pensar en la soledad, la palabra que ponen estos autores, nos trae el contacto humano, que nos hace sentir hermanados en esa escritura y en los sentimientos que ellos expresan.
“Es que son los territorios los que deben adaptarse a nuestra fantasía”, nos dice el “Gato” Ossés, y algo de razón le asiste, los relatos de “La tramoya del Tiempo y de la muerte”, nos llevan a pensar, ¿son todos producto de su imaginación?, ¿Cuánto hay de biográfico?, cuanto de realidad y de ficción, son recuerdos de cómo fueron, o como los recuerda.
Y esos sentimientos tan patagónicos que aparecen escritos, hacen que me identifiquen y que dialoguen entre sí en mi mente. Y me surge aquello de Guajardo cuando escribe:
Mientras planchaba las ropas nuestras,
mi madre se mojaba el dedo mayor
para tomar la temperatura del hierro.
Sobre la estufa carbonera,
la pava a su servicio de vapores,
sus prólogos de café con leche y sus olores.
Recuerdo que me llamaba para enhebrar la aguja,
para comprar la harina, para encerrar gallinas.
Y ese texto de vida cotidiana, pero tan bien escrito, que nos lleva al de Ossés, titulado “la ceremonia del pan”, donde se asegura que: “El agua para hacer el pan debe tener el calor y el sabor de una lagrima”, e inmediatamente me lleva a imaginar al Guaja, derramando una lagrima al escribir ese texto sobre su hogar de familia minera y carbonera.
Y allí también tercia en mi mente Curinao, diciéndome: “Bajo la tierra / los mineros iluminan el camino”. Aquí encontramos la tan mentada identidad cultural, Cuarinao, Ossés y Guajardo la ejercen desde el sentimiento profundo de lo vivido en esta tierra. Lejos de los oportunismos de los hoy le hago un poema al indio, mañana al gaucho, pasado al obrero, y así infinitamente.
En estos libros encontramos los símbolos que nos muestran lo que somos, lo que nos construye cada día. Escribe Guajardo:
Mi patria es la infancia.
Mis padres sudando la alegría
y las madrugadas encienden
los fogonazos del hambre.
El mameluco azul de frío
aguanta los inviernos,
las temperaturas del tiempo,
la sangre fría del gobierno.
Ellos mis héroes de mayo,
mis mártires amados.
Mi madre cultiva la tierra,
mi padre cosecha un mal salario.
Tantos héroes anónimos que hicieron esta tierra, brotan en estos textos, como “Doña Félix”, en el relato del Gato Ossés.
“Yo tenia el recuerdo lejano de una mujer difusa vestida de negro – no de un negro femenino – de bombachas de campo y botas o alpargatas, saco negro requintao, camisa blanca, pañuelo al cuello y boina de vasco.
La había vista cuando era muy chico en algún lugar de Cañadón Verde durante unos trabajos con hacienda; casi diría fue en una señalada en El Salitral. Ya era vieja, y no tenia modales de mujer; era pequeña, ágil y seria y fumaba cigarrillos negros armados con tabaco Caporal y papel Ombú como el resto de los hombres de campo de ese tiempo, con excepción de Miyape, que armaba con tabaco Richmond. Votaba a la Unión Cívica Radical.
Dicen que cierta vez, a la tarde, estando ella en la cocina de los peones y con los trabajos del día concluidos alguien le dijo: “Pase pa´ la casa Doña Félix que ahí están cocinando y haciendo algo pa ´la gente”.
¡No! (dicen que dijo) eso es cosa de mujeres.”
Tantas historias de sacrificio que entrecruzan en mi cabeza estos textos, donde uno me lleva al otro, como el de Jorge Curinao:
“Mi padre era un trabajador. Una mañana en la primavera de 1987, se fue como todos los días. Pocos días después desapareció. Nadie supo bien que pasó. Tal vez el mar. El cuerpo de mi padre muerto estuvo allí, en el mar, tirado por varios días, varias semanas. Nadie supo bien que pasó. Como suele suceder. Desde entonces odio las muertes, las esperas y sobre todo, los ojos que no quieren mirar.”
Me resulta interesante como estos libros dialogan entre sí, proviniendo de autores de distintas generaciones; Héctor Ossés, nacido en 1945 en un lugar que ya no figura en los mapas: Lago Buenos Aires, gobernación militar de Comodoro Rivadavia. Hoy es Perito Moreno, provincia de Santa Cruz. Eduardo Guajardo, nacido en 1967 en Río Turbio. Y Jorge Curinao, nacido en 1979 en Río Gallegos.
Ossés, ha publicado otros cinco libros abarcando la narrativa, poesía, ensayo, crónica histórica y es autor de una vasta obra musical conocida dentro y fuera de nuestra provincia.
Guajardo, cantautor con cinco obras musicales grabadas, Infinitos es su primer libro, un comienzo auspicioso.
Curinao, ha publicado seis libros por decisión propia y que se encargo de regalar. Los álamos cantan en el viento, es una antología que compila su producción 2006 – 2021. Y ya ha dejado de ser una joven promesa de las letras, para mostrar una obra consolidada.
Estos tres libros aparecidos entre 2021/22, son una prueba palpable que no todo está perdido, que aquí también se produce cultura y que existe una continuidad que se va alimentando con las décadas y la vocación de nuestros escritores. Para algunos les resultara llamativo que estos tres escritores de generaciones tan diferentes, al leerlos sentimos que desde disimiles experiencias nos hablan de lo mismo. Algo que podríamos llamar “atmósfera patagónica”.