Hace apenas unas semanas al conmemorarse los 102 años de la radiofonía en la Argentina, escribía en este mismo portal (Cruel en el Cartel), que el problema fundamental de la radio es que ha perdido (resignado) parte de su lenguaje creativo y que pocos son los programas que disparan la imaginación. Decíamos: “han desaparecido los hombres y mujeres de radio”.
Magdalena Ruiz Guiñazú, con la cual podemos disentir ideológicamente en particular en la última etapa de su carrera periodística, siempre tuvo en claro que la radio es un medio para comunicar noticias, hechos, y transmitir ideas, arte, cultura, música, sensaciones. A diferencia de muchos de los que hoy se declaran sus discípulos.
Sucede siempre con las partidas, las personas se vuelven más buenas y en algunos casos sublimes. La exaltación necrológica es un estilo periodístico típicamente argentino, está lleno de lugares comunes y el más paparulo de los periodistas se siente en la obligación de escribir un obituario. Magdalena no fue la abanderada de las virtudes, pero si una mujer valiente que enfrentó al poder político de todos los pelajes. Preguntó, debatió, polemizó, reflexionó a veces con la verdad y otras equivocada pero nunca con la mentira, en favor de la pauta publicitaria del medio o como emisaria de un partido político.
Las nuevas generaciones se perdieron reportajes donde los torturadores militares y sus amigos civiles funcionarios, debieron masticar el odio y recular en sus argumentos.
Magdalena en un tiempo tenebroso y temible para los comunicadores comprometidos (172 periodistas desaparecidos), a pesar del miedo, jamás guardó un silencio cómplice con el terror en la Argentina como algunas figuras celebres de su época: Antonio Carrizo, Héctor Larrea, José María Muñoz, Cacho Fontana. Tipos pesados (intocables) de la radio que podrían haber por lo menos insinuado algo de la tragedia, pero se guardaron en su egocentrismo.
Tampoco formó parte del círculo cultural que hablaba con el general Videla y el almirante Massera. Cargo sobre su conciencia el dolor del pueblo argentino y participó en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y aportó testimonios para la elaboración del documento “Nunca Mas”.
Con el regreso de la democracia, siguió Magdalena en el mismo lugar, plantada con la fuerza de las convicciones. Dura con Alfonsín, más dura con Menen, durísima con De La Rúa y muy crítica de Néstor y Cristina. En sus últimos años, acentuó un antiperonismo. Pero no fue como un muchos de sus colegas, por enriquecimiento o por la fama de las luces que puede dar Clarín o la Nación. También lo hizo por convicción.
Ante tanto cambalache mediático y mediocridad informativa, Magdalena será recordada con sus virtudes y sus errores por todos aquellos que amamos radio, como una mujer que transitó con honestidad por las dos veredas.
Osvaldo Mondelo – Periodista Diplomado.